Introducción: La Biblia no fue escrita en tu idioma ni en tu cultura
Una de las mayores tragedias en la interpretación moderna de la Biblia es leerla como si hubiese sido escrita hoy, para una mente occidental, con categorías griegas, en español o inglés, y desconectada de su trasfondo histórico.
¿Por qué es importante conocer el contexto de las Escrituras? Este error ha producido doctrinas, denominaciones y divisiones. Pero, ¿y si el problema no está en lo que dice el texto, sino en cómo lo leemos?
La Biblia, desde Génesis hasta Apocalipsis, fue escrita en culturas, idiomas y formas de pensamiento muy diferentes a las nuestras. Por eso, conocer el contexto –histórico, cultural, lingüístico y literario– es vital para entender correctamente su mensaje.
1. Contexto lingüístico: palabras que cambian de sentido
La Escritura hebrea fue escrita principalmente en hebreo antiguo, un idioma pictográfico y funcional, no filosófico ni abstracto. Palabras que para nosotros tienen un significado cargado de emoción, juicio o teología, en hebreo tienen raíces concretas.
Por ejemplo, la palabra “pecado” en hebreo es jatá, que literalmente significa “errar el blanco” –una imagen de alguien que lanza una flecha y falla el objetivo. No es un concepto cargado de culpa como en el sistema romano occidental, sino una descripción funcional: no estás cumpliendo el propósito para el que fuiste creado.
Ignorar este tipo de detalles lingüísticos puede hacer que malinterpretemos completamente el mensaje.
2. Contexto cultural: entender el pensamiento hebreo
El pueblo hebreo no pensaba como nosotros. No separaban lo sagrado de lo cotidiano. No veían la “espiritualidad” como algo separado de la vida real. Su pensamiento era holístico, concreto, relacional.
Cuando Jesús dijo “Yo soy el pan de vida”, no estaba hablando solo de alimento espiritual. El pan era el alimento diario, el centro de la mesa, el símbolo de provisión, comunión y dependencia de Dios.
Entender esto en su contexto cultural revela un significado mucho más profundo que el que nuestra mente moderna suele captar.
3. Contexto histórico: quiénes eran, qué vivían y por qué escribieron
No es lo mismo leer el Salmo 23 como alguien con vida tranquila, que entenderlo desde la perspectiva de David huyendo, viviendo entre enemigos, dependiendo literalmente de la vara y el cayado del pastor para sobrevivir.
El texto bíblico no fue escrito en un vacío. Cada libro, cada carta, cada profecía, responde a circunstancias concretas: exilio, esclavitud, opresión, conquista, resistencia, restauración.
Ignorar la historia detrás del texto es como leer una carta sin saber quién la escribió, a quién, ni por qué.
4. Contexto literario: géneros, estructuras y simbolismos
La Biblia está compuesta por muchos géneros literarios: poesía, ley, narrativas, proverbios, cartas, apocalíptica. Cada uno debe interpretarse con su lógica propia.
No puedes leer el Cantar de los Cantares como si fuera Romanos, ni Apocalipsis como si fuera Levítico. Tampoco puedes tomar literalmente lo que es claramente simbólico, ni espiritualizar lo que es instrucción práctica.
El contexto literario evita que caigamos en errores hermenéuticos graves.
5. El problema de la lectura fuera de contexto: doctrinas erradas
Muchos errores doctrinales nacen de versículos fuera de contexto. Por ejemplo:
- “No estamos bajo la Ley, sino bajo la gracia” (Romanos 6:14) se ha usado para rechazar la Torá. Pero en su contexto, Pablo habla del pecado como amo, no de la instrucción divina como enemiga.
- “Dios es amor” (1 Juan 4:8), sí, pero ese amor está definido por la fidelidad del pacto, no por permisividad sentimental.
Sin contexto, el texto se convierte en pretexto.
6. Yeshúa y los apóstoles enseñaron con contexto
Yeshúa nunca citó la Escritura de forma aislada. Siempre lo hizo desde su profundidad hebrea. Cuando dijo en la cruz “Elohí, Elohí, lama sabactani”, estaba citando el Salmo 22, no desesperándose. Estaba llamando la atención a la profecía que se cumplía ante los ojos de todos.
Pablo enseñaba desde la Torá, los profetas y los escritos. Él no predicaba un evangelio nuevo, sino revelado. Sin conocer ese fondo, sus cartas se convierten en terreno de confusión.
7. El enemigo ha trabajado para sacarnos del contexto
Desde Marción hasta teólogos modernos, el enemigo ha sembrado confusión al separar el “Dios del Antiguo Testamento” del “Jesús del Nuevo”. Esta ruptura es antibíblica. Yeshúa dijo:
“El que me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Juan 14:9).
Y también: “La Escritura no puede ser quebrantada” (Juan 10:35).
Recuperar el contexto original es parte de la restauración profética de los últimos tiempos. Volver a las sendas antiguas, al fundamento apostólico-profético, al lenguaje del Reino.
8. La revelación aumenta cuando se honra el contexto
Cuando volvemos al idioma hebreo, a la cultura del Reino, al pensamiento bíblico original, las palabras cobran vida. Entendemos el carácter de Dios, el propósito del Mesías, el poder del pacto, la esperanza de la redención.
Estudiar la Escritura en su contexto no es un lujo de eruditos. Es una necesidad para todo discípulo verdadero.
Conclusión: volver al contexto es volver al Reino
No podemos seguir edificando sobre arena. Si queremos vivir la plenitud del Evangelio, necesitamos volver a la roca: el Mesías revelado en la Torá, los Profetas y los Escritos, en su contexto original.
Este retorno no es arqueología espiritual, es un despertar. Una reforma. Una revolución silenciosa que clama por volver a lo que nunca debimos haber abandonado.
Si te gusta aprender sobre el contexto hebreo de las escrituras te recomiendo este post: Aprender Hebreo Bíblico Fácil: Un Viaje a las Raíces de la Palabra
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