La identidad es uno de los temas más importantes en la vida de cualquier creyente. Sin embargo, vivimos en una sociedad que constantemente nos dice quiénes debemos ser, cómo debemos actuar y cómo debemos pensar. Este bombardeo de ideas externas puede desviar nuestra comprensión de nuestra verdadera identidad en Cristo, que está completamente definida por Dios. En las Escrituras, encontramos que nuestra verdadera identidad no está en lo que el mundo dice de nosotros, ni siquiera en lo que pensamos de nosotros mismos. La verdadera identidad está en lo que Dios ha dicho que somos desde el principio de los tiempos. Hoy exploraremos cómo la restauración del diseño original de Dios en nosotros a través de Yeshúa (Jesucristo) nos permite vivir de acuerdo a nuestra verdadera identidad.
La Creación del Hombre y Su Identidad Original
Cuando Dios creó al hombre, lo hizo de acuerdo con Su imagen y semejanza. En Génesis 1:26-27 se nos dice:
“Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza… y creó Dios al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.”
Esto nos enseña algo fundamental: nuestra identidad original, tal como fue diseñada por Dios, está vinculada a Su propia imagen. Es decir, el ser humano fue creado para reflejar la esencia misma de Dios en la tierra. Esta es nuestra identidad más pura, antes de que el pecado entrara en el mundo y distorsionara la percepción que tenemos de nosotros mismos.
A lo largo de la historia, el pecado y las tradiciones humanas han desviado nuestra visión de lo que realmente significa ser hechos a imagen de Dios. En lugar de vivir conforme al diseño original, la humanidad ha sido tentada a seguir caminos que llevan a la confusión sobre la verdadera identidad.
La Caída y la Pérdida de la Identidad Original
Cuando Adán y Eva cayeron en el pecado en el Jardín del Edén, algo devastador sucedió: no solo perdieron la comunión perfecta con Dios, sino que también experimentaron una ruptura en su identidad. En lugar de ver su valor y propósito en la relación con su Creador, comenzaron a verse a sí mismos a través de la lente de la vergüenza, el miedo y la culpa.
Esto se reflejó en la forma en que comenzaron a ver al mundo, a los demás y a sí mismos. La identidad de Adán y Eva ya no estaba anclada en quiénes eran en Dios, sino en su desobediencia y el pecado que había corrompido su naturaleza. A partir de ese momento, la humanidad pasó a vivir bajo una identidad distorsionada.
La Restauración de la Identidad a Través de Cristo
Afortunadamente, Dios no dejó a la humanidad en su estado caído. A lo largo de las Escrituras, vemos el plan de restauración de Dios, culminando en la vida, muerte y resurrección de Yeshúa, quien vino a restaurar lo que el pecado había destruido. En Colosenses 3:9-10, Pablo dice:
“No os mintáis los unos a los otros, habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos, y habiéndoos vestido del nuevo, el cual, conforme a la imagen del que lo creó, se va renovando hasta el conocimiento pleno.”
La obra redentora de Cristo no solo nos perdona nuestros pecados, sino que también restaura nuestra identidad original como hijos de Dios, hechos a Su imagen. Esta es la verdadera identidad que nos ofrece el evangelio: una restauración de la imagen de Dios en nosotros.
Es importante entender que la restauración de nuestra identidad en Cristo no es algo que ocurre solo una vez, sino que es un proceso continuo. Como lo dice Pablo, estamos siendo renovados en el conocimiento de Dios y transformados para reflejar Su imagen de manera más completa. Esto implica un proceso de crecimiento espiritual, de despojarse del “viejo hombre” (la antigua identidad caída) y vestirse del “nuevo hombre”, que es el que refleja la imagen de Cristo.
El Poder de la Identidad en Cristo para Transformar Vidas
Cuando entendemos quiénes somos en Cristo, nuestras vidas comienzan a transformarse. Esta transformación no solo afecta nuestra relación con Dios, sino también con los demás y con nosotros mismos. La identidad en Cristo nos da seguridad, propósito y dirección en la vida. Nos libera de las falsas identidades impuestas por el mundo y nos hace vivir de acuerdo con el diseño original de Dios.
En 2 Corintios 5:17, Pablo nos recuerda:
“De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.”
Este versículo nos recuerda que la verdadera identidad en Cristo es una nueva creación. Ya no estamos atados al pecado, al miedo o a las expectativas del mundo. En Cristo, tenemos una nueva identidad que nos empodera para vivir de acuerdo con los propósitos de Dios.
La Identidad en Cristo y el Propósito de Dios para Nuestra Vida
La restauración de nuestra identidad en Cristo no es solo para nuestro beneficio personal. El propósito de Dios al restaurarnos a Su imagen es que podamos ser una luz en el mundo, reflejando Su gloria y Su amor. En Efesios 2:10, se nos dice:
“Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.”
Nuestra identidad restaurada tiene un propósito: vivir de acuerdo con el diseño original de Dios para nuestras vidas. Este diseño incluye realizar buenas obras, compartir el amor de Dios con los demás y ser testigos de Su gloria en el mundo. Al vivir de acuerdo con nuestra identidad en Cristo, podemos cumplir el propósito para el cual fuimos creados.
Viviendo Según la Identidad Restaurada en Cristo
Para vivir de acuerdo con nuestra identidad restaurada en Cristo, necesitamos constantemente renovar nuestra mente y alinear nuestras vidas con la verdad de Dios. Esto se logra mediante el estudio de la Palabra, la oración, la comunión con otros creyentes y el caminar en obediencia a Su voluntad. Al hacerlo, nos convertimos cada vez más en la imagen de Cristo y reflejamos Su gloria en la tierra.
La restauración de nuestra identidad en Cristo también implica vivir sin el temor de la condena, porque Cristo nos ha librado de la culpa y el pecado. En Romanos 8:1-2, Pablo declara:
“Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.”
La verdadera identidad en Cristo nos libera de la condena del pecado y nos capacita para vivir de manera nueva, con esperanza, propósito y paz.
Conclusión: La Restauración de la Identidad es un Proceso Continuo
La verdadera identidad de cada creyente está profundamente enraizada en su relación con Dios a través de Yeshúa. La restauración de nuestra identidad original no es algo que ocurra de manera instantánea, sino que es un proceso continuo a lo largo de nuestra vida cristiana. A medida que nos renovamos en el conocimiento de Dios y nos alineamos con Su voluntad, nos convertimos más plenamente en la imagen de Cristo.
El llamado para cada uno de nosotros es claro: vivir de acuerdo con nuestra verdadera identidad en Cristo, no según las mentiras del mundo, las tradiciones humanas o las expectativas de la sociedad. Al hacerlo, no solo experimentamos la paz y el propósito que vienen de conocer quiénes somos realmente, sino que también reflejamos la gloria de Dios al mundo que nos rodea.
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