Introducción
“salvación en el contexto hebreo”
La palabra “salvación” es una de las más utilizadas en el cristianismo, pero ¿realmente comprendemos su significado en el contexto hebreo de la Escritura? A lo largo de los siglos, la teología occidental ha interpretado la salvación principalmente como la entrada al cielo después de la muerte, reduciendo su significado a una cuestión de destino eterno. Sin embargo, en la mentalidad hebrea, la salvación es mucho más que un evento futuro; es un proceso continuo de restauración, liberación y reconciliación con Dios y su propósito.
En este artículo exploraremos qué significa realmente la salvación desde la perspectiva bíblica original, cómo se relaciona con la Torá y con Yeshúa, y por qué comprender esto cambia radicalmente nuestra manera de vivir la fe.
Salvación en Hebreo: La Raíz del Significado
En hebreo, la palabra comúnmente traducida como “salvación” es ישועה (yeshuá), la misma raíz del nombre Yeshúa (Jesús). Esta palabra no se limita a la idea de escapar del juicio eterno, sino que implica liberación, rescate y restauración en el presente.
A lo largo del Tanaj (Antiguo Testamento), vemos que Dios “salva” a su pueblo de diversas maneras:
- Liberación de Egipto (Éxodo 14:13)
- Rescate de enemigos (Salmo 18:2)
- Restauración después del exilio (Isaías 49:6)
En cada caso, la salvación es un acto dinámico de Dios que transforma la vida de su pueblo en el aquí y ahora. Es una intervención divina en la historia humana para traer restauración tanto física como espiritual.
Cuando entendemos que la salvación en la Biblia siempre está vinculada a una acción concreta de Dios en favor de su pueblo, nos damos cuenta de que reducirla a una simple experiencia espiritual interna o a la vida después de la muerte es una visión incompleta.
Yeshúa: La Salvación Hecha Persona
Cuando el ángel anunció el nacimiento de Yeshúa, dijo:
“Y llamarás su nombre Yeshúa, porque él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mateo 1:21).
El nombre Yeshúa literalmente significa “salvación”. No es solo un título, sino su propósito mismo: traer la salvación de Dios al mundo. Pero, ¿de qué nos salva exactamente?
En la teología occidental, se nos ha enseñado que Yeshúa vino a salvarnos del infierno. Si bien la Escritura sí habla de un juicio final, la misión de Yeshúa va mucho más allá. Él vino a restaurar nuestra relación con Dios, liberarnos del pecado y enseñarnos a vivir en justicia.
La salvación que Yeshúa trae es integral:
- Salvación del pecado: Nos libera de la esclavitud del pecado (Juan 8:36).
- Salvación de la ignorancia: Nos revela la verdad y el camino (Juan 14:6).
- Salvación de la muerte: Nos da vida eterna (Juan 11:25-26).
- Salvación del exilio espiritual: Nos reconcilia con Dios y su pueblo (Efesios 2:12-13).
La obra de salvación de Yeshúa no se trata solo de lo que sucederá cuando muramos, sino de una transformación aquí y ahora, que nos llama a vivir en obediencia a Dios.

La Relación Entre la Salvación y la Obediencia
Uno de los errores más grandes en la teología moderna es pensar que la salvación está separada de la obediencia a la Torá. Sin embargo, en la Escritura, la salvación siempre está vinculada al pacto y la obediencia a Dios.
En Éxodo 19:5, antes de dar la Torá, Dios dice a Israel:
“Si escuchan mi voz y guardan mi pacto, serán mi especial tesoro sobre todos los pueblos.”
Aquí vemos que la relación con Dios y la salvación están condicionadas a la obediencia. No significa que la salvación se “gane” por obras, sino que el verdadero fruto de una vida salva es la obediencia.
Cuando Yeshúa predicó el evangelio, su llamado fue claro:
“Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mateo 4:17).
El arrepentimiento (teshuvá) es un elemento clave de la salvación. No es solo sentirse mal por los pecados, sino un cambio de dirección hacia Dios y su voluntad. No puede haber salvación sin arrepentimiento y obediencia.
Pablo mismo confirma esto cuando dice:
“Ocupen su salvación con temor y temblor” (Filipenses 2:12).
Esto nos muestra que la salvación no es un simple evento, sino un proceso continuo de transformación en nuestras vidas.
“Muchos creen que la salvación es solo por gracia, sin conexión con la Torá. Sin embargo, en el contexto hebreo, la gracia y la Ley no son opuestas, sino complementarias. Yeshúa mismo dijo: ‘No penséis que he venido para abrogar la Ley o los Profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir’ (Mateo 5:17). Para profundizar en cómo la Ley y la gracia trabajan juntas en nuestra redención, te recomendamos leer el libro “Dos Alas para Volar, La Ley y la Gracia como Fundamentos’.” puedes leer un resumen del libro en el siguiente link
Salvación: ¿Evento o Proceso?
Muchos creen que la salvación es un momento puntual en el que una persona hace una oración de fe y es “salva”. Sin embargo, la Escritura nos muestra que la salvación es pasada, presente y futura.
📌 Pasada: Hemos sido salvos por la obra de Yeshúa (Efesios 2:8).
📌 Presente: Estamos siendo salvos mientras vivimos en obediencia (1 Corintios 1:18).
📌 Futura: Seremos salvos en el día del juicio (Mateo 24:13).
Esto significa que la salvación no es solo un estatus, sino un camino de vida. Es caminar con Dios en fidelidad, permaneciendo en su pacto y dejando que nuestra vida sea transformada por su Palabra.
Por eso Yeshúa dijo:
“El que persevere hasta el fin, ése será salvo” (Mateo 24:13).
La salvación es una invitación a vivir el Reino de Dios desde ahora, reflejando su justicia y verdad en nuestra vida diaria.
Conclusión: Volver a la Salvación Bíblica
Cuando volvemos a la raíz hebrea del concepto de salvación, nos damos cuenta de que es mucho más que solo evitar el juicio eterno. Es un llamado a la restauración, a la obediencia y a vivir el Reino de Dios aquí y ahora.
Yeshúa no solo nos salva del pecado; nos salva para un propósito: vivir en comunión con Dios, en obediencia a su Palabra y como testigos de su Reino.
El verdadero evangelio no es solo un boleto al cielo; es un llamado a ser transformados y a transformar el mundo con la verdad de Dios.
Es tiempo de redescubrir la salvación en su contexto hebreo y vivir conforme al diseño de Dios para nuestras vidas.